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El periodo de vinculación en la casa de niñ@s constituye un momento fundamental en la vida de los pequeñ@s, ya que marca la transición entre el ámbito familiar y el escolar. Durante esta etapa, los niñ@s comienzan a integrarse a un nuevo entorno, con personas y dinámicas distintas a las conocidas, lo que puede generar en ellos sentimientos de curiosidad, entusiasmo, pero también de inseguridad. Por ello, este proceso requiere de acompañamiento sensible, paciencia y colaboración constante entre la familia y las educadoras.
La familia tiene un papel esencial, pues es la primera fuente de apego y seguridad del niñ@. Al participar activamente en este periodo, mostrando confianza en la escuela y en las educadoras, transmite al niño tranquilidad y apertura hacia la nueva experiencia. Su presencia, acompañamiento y comunicación con los docentes facilitan que el pequeño viva la separación de manera gradual y con menos ansiedad.
Por otro lado, las educadoras cumplen una función igualmente decisiva: acogen al niñ@ con respeto, empatía y sensibilidad, creando un ambiente cálido en el que se sienta valorado y escuchado. Son ellas quienes ofrecen nuevas oportunidades de exploración y aprendizaje, pero siempre desde la contención afectiva. Su capacidad de reconocer y atender las necesidades emocionales de cada niño permite que la adaptación se viva de forma positiva.
Cuando familia y educadoras trabajan en conjunto, el niñ@ experimenta una continuidad afectiva que le permite construir un apego seguro en este nuevo espacio. Este apego será la base no solo para su bienestar emocional, sino también para el desarrollo de su autonomía, su confianza y su capacidad de relacionarse con los demás.
En conclusión, el periodo de vinculación en la casa de niñ@s no es simplemente un tiempo de adaptación, sino una etapa decisiva en la que la alianza entre familia y educadoras sienta las bases para el desarrollo integral del niño y para una experiencia educativa enriquecedora y feliz.