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Lo verdaderamente importante no es qué hacemos, sino cómo lo hacemos.
Porque detrás de cada propuesta hay algo más profundo que un resultado o un producto final: está la relación, la mirada, el acompañamiento respetuoso.
El cómo significa detenerse, observar, esperar, escuchar. Significa reconocer los ritmos, los intereses y las emociones de cada niño. Significa ofrecer seguridad, sostén y presencia, esos pilares que según las teorías del apego son la base de un desarrollo emocional sano.
Cuando el adulto acompaña desde la calma y el respeto, el niño se siente visto, valorado y capaz.
Y entonces, la actividad deja de ser una tarea… para convertirse en una experiencia significativa.
Porque más allá del resultado, lo esencial está en el vínculo y en el proceso.

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