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En esta actividad con luz negra, los niñ@s exploran un ambiente
lleno de sorpresas: objetos que brillan, nuestras ropas, dientes y ojos que se
ven diferentes, y el arroz pintado con pintura fluorescente. Mientras hacen
trasvases de arroz, trabajan su motricidad fina y se divierten con el juego.
Lo más interesante ha sido el juego espontáneo
que surgió cuando los niñ@s comenzaron a moldear la plastilina fluorescente,
convirtiéndola en “tortas” que luego “cocinaban” y metían en el horno. A partir
de ahí, la educadora empezó a hacer preguntas, y la conversación, sin darnos
cuenta, terminó enfocándose en las luces de Navidad, el árbol y las
experiencias familiares que los niños han vivido.
Este tipo de interacción no solo estimula su desarrollo sensorial y motor, sino que también refuerza el vínculo afectivo con los adultos, creando un ambiente de confianza que facilita el apego. A través de estos momentos de juego y conversación, los niños sienten seguridad para explorar y compartir sus experiencias emocionales, lo que es fundamental en su desarrollo afectivo.
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